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Un león se enamora de una estrella de otro cielo

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  • Аннотация:
    Gwendoline era una empresaria común y corriente que veía la serie Juego de Tronos, cuando de pronto... Murió, transmigrando en el mundo de la serie, como el personaje de Brienne de Tarth de diez años, y ella no tenía idea de la trama de los libros, ni siquiera había terminado de ver la serie. ¿Qué le depararía ese mundo?

  Gwendoline estaba dejando que se reprodujera Juego de Tronos en la televisión, en realidad ella no había demostrado interés natural por la serie, porque en sí ella prefería ver películas de romance, comedia o terror, o programas reality de construcciones de casas o remodelaciones, pero su mejor amigo Sam le había recomendado verla. A Sam lo había conocido cuando estaba en la secundaria, llegaron a besarse cuando intentaron ser novios, pero ambos no congeniaban como algo más que amigos, sin embargo, ambos se querían y por ello mantuvieron la amistad. Ellos se convirtieron en el soporte emocional del contrario con el paso de los años.
  
  Entonces gracias a Sam conoció esta serie, porque a él le gustan los zombies, y cosas relacionadas a la guerra, y bueno, la convenció de que la serie era demasiado buena para no verla, y también arguyó sobre que sería un buen tema en común para hablar en sus reuniones que realizaban en casa de la rubia, también le ofreció hacer maratones de la serie, y Gwendoline accedió, sin embargo, a veces por cuestiones de trabajo sus horarios se cruzaban, y pues le consultó si podía ir viéndola por su parte, a lo que su mejor amigo accedió, quizá un poco gruñón al respecto porque era una actividad que hacían juntos. No obstante, era algo que también le daba más tiempo a Sam para que pasara con su novia Ariel, a la cual a veces descuidaba por pasar demasiado tiempo con Gwendoline, y cuando salían los tres a comer las cosas se tornaban incómodas por los celos que demostraba Ariel frente a Gwendoline. Negó con la cabeza para ya no atormentarse con ese tema, porque en sí no le competía y no era su culpa de las inseguridades de la muchacha.
  
  Suspiró, pensando que quizá Ariel no tendría celos si Gwendoline tuviera una pareja, pero la verdad era que la rubia priorizaba más su trabajo, y las pocas veces que salía con alguien, no pasaba de más que algo casual, porque algunos se sentían intimidados por su tamaño, y también por la confianza que tenía en sí misma, y eso no debería ser algo que la hiciera sentir mal porque ella había alimentado su autoestima desde pequeña al notar que era diferente al resto, sin permitir que la ofendiesen, y poniendo en su lugar a las personas, pero quizá eso hacía que cerrase su corazón al amor, porque nunca se sentía suficiente en confianza como para abrirse a alguien más allá de lo físico. Era un tema complejo, fue lo que pensó mientras estaba cosiendo una blusa que había buscado en Internet y su precio era demasiado alto como para comprarla, así que consiguió una tela parecida y decidió confeccionarla. Si bien tenía un trabajo y una economía estable, no era una mujer que le gustase realizar gastos ostentosos, no cuando estaba en capacidad de poder hacerlo ella misma, por lo que le servía bastante tener un pasatiempo de dedicarse a la costura. Tal vez si esta le generara más ingresos lo habría visto como posibilidad de trabajo, pero ser modista era algo que mantenía para ella misma, y sí, en ocasiones hacía prendas para sus padres, sin embargo, mayormente eran para sí misma.
  
  Desde pequeña le llamó la atención la confección de las ropas, los materiales y cortes, y un día viendo zurcir a su madre el pantalón de su papá, le pidió que le enseñara, así que la mujer sonrió y le enseñó. Con el paso de los años empezó a instruirse más en aquella habilidad, leyendo sobre costura en revistas, e incluso inscribiéndose en talleres en su escuela. Otros de sus hobbies fueron las artes marciales mixtas, que le sirvieron bastante para defenderse desde joven, pues empezó a practicarlas desde la escuela aunque, con el tiempo, tuvo que lo dejar por sus responsabilidades.
  
  En la universidad, estudió administración de empresas, por lo que se alejó un poco de su pasatiempo de coser. Al terminar la carrera, después de conseguir un buen trabajo, pagó talleres de alta costura, por lo que gran parte de la ropa que usaba era confeccionada por ella misma. Sin embargo, debido al ritmo más complejo de su trabajo casi no podía coser, más que una o dos prendas por mes, lo cual la entristecía, pero también era consciente de que no podía sobre exigirse o descuidar su trabajo, así que aprendió a lidiar con aquello, también con el hecho de que ya no practicaba sus artes marciales mixtas, sino solamente las veía en la televisión.
  
  Había empezado como asistente administrativo en su trabajo, y con el paso de los años fue escalando más hasta convertirse en gerente de la empresa, lo cual conllevaba a más responsabilidades, pero era un gran logro, aún más teniendo en cuenta la sociedad machista, habían muchas personas en su trabajo, principalmente hombres, que la despreciaban por lo que había conseguido, no obstante, a ella no podía importarle menos.
  
  Pese a todo lo demás, su vida era tranquila, no se quejaba de ello. Se levantaba temprano, se bañaba, se vestía, desayunaba y se iba a su trabajo, luego de su jornada, regresaba a casa y se ponía a coser y ver la televisión, quizá debería aprovechar más su vida, tenía bastante dinero ahorrado, esperando a algo que aún no tenía certeza. Lo máximo de interacción social que tenía era con Sam y su novia, no porque no hubiera personas que la invitaran a salir, sino porque ella no las aceptaba.
  
  Se dio cuenta que estaba sobrepensando demasiado, así que decidió concentrarse en Juego de Tronos. La serie era buena, sólo que sí se sentía algo extrañada por los temas que abarcaba, como incesto, asesinatos, dragones y zombies. Quizá no sería una serie que ella buscaría por propio interés para verla, y definitivamente sería difícil que comprara los libros, pero sí era llevadera verla, aunque ya estuviera finalizada y a Gwendoline le faltaba mucho por ver todavía. Podía sentir empatía por los personajes, ver los conflictos, traiciones, y todo por el poder, si ella estaría en esa época la verdad no sabría que hacer ni cómo sobrevivir tanto tiempo con todo lo que pasaba allí, pero por suerte era algo que no tendría que pensar, ¿verdad?
  
  De pronto, sintió un aroma extraño en el ambiente, lo que hizo que frunciera la nariz, y dejara la prenda en el sofá donde estaba antes cosiendo, mientras buscaba el origen de aquel olor. Sentía que se le hacía conocido, pero al tratar de analizar cuál era el olor no podía recordar lo que era.
  
  Se percató que venía de la cocina, y se alarmó, por lo que puso pausa a la serie, quedándose Brienne en la pantalla, hablando sobre la lealtad que le tenía a Renly. En ese momento, debía ver si el olor que venía de la cocina era gas; tal vez había olvidado apagar la tetera luego de que ésta sonase. Entró a la habitación oscura, se le ocurrió prender la luz, y todo se puso negro luego de la explosión.
  
  Una sola chispa bastó para que el gas explotara consiguiendo que su cuerpo quedara inerte, aunque para ella fue como quedarse dormida... Hasta que se despertó y Gwendoline pensó que había sido un mal sueño, porque se hallaba en una cama, pero... Se sentía distinta.
  
  Vio la habitación donde se encontraba y no la identificaba. Es más, lucía un tanto peculiar, no había conectores para enchufar, tampoco estaba su televisión, y ni siquiera había un foco que la alumbrara. ¿Acaso había muerto y la vida después de la muerte era un lugar tan extraño? Se fijó que había un espejo.
  
  Trastabilló al ponerse de pie, se sentía por completo diferente en su cuerpo, como si la habitación fuera más grande. Al llegar al espejo se tocó el rostro percatándose que era ella, pero de la edad de diez años, ¿cómo era que había pasado aquello? Dio un grito por desesperación, tocándose alarmada la garganta por la voz que salía de ella. No reconocía su propia voz... O quizá sí, era la que tenía cuando era niña.
  
  Miró sus pies, lucían pequeños, sus manos igual, ¿qué significaba esto? ¿Era un sueño, pesadilla o qué? Trataba de pensar en una explicación lógica para esta situación. ¿Acaso se había intoxicado con el olor a gas y por ello estaba alucinando? O tal vez... Estaba en un sueño vívido porque en realidad estaba hospitalizada por estar en coma, ¿o quizá había muerto? Pero... No tenía sentido. Por un lado, era una posibilidad el haber muerto por la posible explosión de gas, sin embargo, no hallaba razón para estar en su cuerpo de niña. Y sus prendas eran totalmente distintas a cuando era pequeña, lucían de otra época...
  
  Ella era más de usar pijamas con pantalón, y estaba en realidad con un vestido. Se fijó a más detalle el lugar donde estaba: la cama era de madera, el piso era de piedra, las paredes igual, sentía que de algún modo había subido a una máquina del tiempo y retrocedido muchísimos años atrás.
  
  Había una muñeca tejida en su cama, y una mesita de noche con una lámpara de vela, ¿había gente que todavía usaba lámparas de vela? Su cuarto no tenía ventanas, así que la sensación de claustrofobia era acuciante. Tenía un ropero, al abrirlo se dio cuenta que había más vestidos, ni un solo pantalón. Algunos vestidos eran elegantes, cosa que hizo que frunciera el ceño, no era precisamente el estilo que Gwendoline prefería, incluso sus calzones lucían de abuela, se sentía muy extrañada con aquel descubrimiento, así que no sólo tendría que estar en un cuerpo de niña, sino también vestir como una de la época antigua. Algo dentro de ella le hacía sentir que ese estilo era conocido, como si las ropas y el lugar lo hubiese visto antes.
  
  Decidió inspeccionar afuera de la que era su habitación, percatándose que en realidad era una casa grande, con largos pasillos, y veía gente pasar que le brindaban reverencias, cosa que la confundía aún más, ¿por qué lo hacían? ¿Quién era ella allí? Evidentemente no era ella misma.
  
  Llegó a un salón grande, el piso era de piedra pulida, las paredes eran de adobe con cuadros de pinturas que lucían de la Edad Media. Vio a un hombre sentado en una silla central, con una mesa enorme donde habían otras personas situadas en diferentes extremos, como un gran comedor (parecido a la mesa de profesores en Harry Potter), este hombre que estaba en medio era el líder por la forma en que le hablaba al resto. Cuando se volteó a mirarla ingresar al salón le ofreció una sonrisa, lo cual la confundió aún más.
  
  Se acercó a él.
  
  -¿Quién eres? -preguntó, a lo que recibió varias miradas de desaprobación y de sorpresa del séquito.
  
  -Oh, mi querida Brienne, ¿estás enferma? ¿Cómo no reconoces a Lord Selwyn Tarth, tu señor padre? -preguntó el hombre, a lo que Gwendoline, retrocedió con temor. ¿Por qué la había llamado como el personaje de Juego de Tronos? ¿Qué demonios estaba pasando? La preocupación retratada en el rostro del supuesto padre era notoria.
  
  -No... No es posible... -dijo Gwendoline.
  
  La ahora niña cerró los ojos con fuerza, como queriendo sacarse la idea de la cabeza. Empezó a ser muy consciente del ambiente donde estaba, del piso liso bajo sus pies... Del ruido de las carrozas en la calle, los caballos pasando, el bullicio de la gente, cómo se ponían a cuchichear las personas que estaban con su "padre". Pensar de ese modo la alteró más, percibió la sensación asfixiante que tenía con el ropaje que estaba usando, empezando a faltarle el aire y, por último, perder el conocimiento.
  
  Todo se volvió negro...
  
  Ante ella aparecieron sus padres, el cómo la abrazaban de pequeña, buscándola proteger de todo y todos. Había recibido mucho afecto por parte de sus padres al ser hija única, y veía también los momentos donde había sido malagradecida con sus padres, cuando huía de casa para ir a fiestas y su padre tenía que ir por ella. También recordó el cómo sus padres la alejaron de sus malas amistades, aunque en su momento Gwendoline no lo valoró. Luego vio cómo estaban en la actualidad, con canas, arrugas, añorando por verla ya que ella se había distanciado de ellos por su misma vida adulta. No los visitaba tan seguido. Pero también estaban los recuerdos cuando los iba a ver, el cómo su mamá le cocinaba su comida favorita, o su papá le hacía su refresco preferido, los abrazos cargados de confort, haciéndola sentir especial...
  
  Vio a los enamorados que tuvo, los amantes, cómo nunca fueron suficiente para que ella decidiera abrirles su vida, cómo ahora estaba sola. El dinero que tenía ahorrado se perdió para siempre, las veces que rechazó invitaciones a salir, a fiestas, el cómo había dejado que su vida se centrase mayormente en trabajar y pasarla en casa, perdiéndose de las experiencias que pudo tener, no llegando a envejecer de todas formas. ¿Siquiera alguien se daría cuenta que murió? Probablemente sus padres estarían destrozados, pero... Tal vez se enterasen porque no iría al trabajo al día siguiente, y ahí descubrirían su cuerpo, ya que no era de llamarlos seguido, su vida estaba acabada y básicamente nunca vivió.
  
  Se despertó y tomó aire, como si hubiera estado debajo del agua, la sensación abrumadora de sentirse asfixiaba le escocía la garganta.
  
  Lo primero que vio al despertar fue a una mujer, que le pasaba un trapo tibio por el rostro.
  
  -Lady Brienne, ¿se siente mejor? -preguntó la mayor con expresión de angustia.
  
  Y dentro de ella quería gritar un "¡No, porque de algún modo morí y reencarné en un personaje de ficción que es mi realidad ahora!", pero no tendría sentido, así que sólo asintió de forma ausente. ¿Sería esto una oportunidad que le daba el destino para apreciar su vida y ponerse a hacer algo provechoso con ella? ¿O simplemente una broma cruel de algún Dios que quería que ella se la pase en un limbo donde nunca pudiera escapar?
  
  De nada servía que se siguiese mortificando por aquello, le tocaba vivir su vida, con la mente de alguien de más de treinta años, en el cuerpo de una niña de diez, pero al menos vivía, viéndole el aspecto positivo.
  
   -¿Cuál es tu nombre? -preguntó una vez halló su voz, aún habituándose a cómo sonaba su voz más infantil que antes.
  
  -Oh, mi nombre es Muriel, miladi -respondió la mujer, la cual tenía cabellos rojizos amarrados en una trenza, y unas ropas que lucían desgastadas.
  
  -Llámame Gwen... digo, Bri -pidió Gwendoline, recordando que ya no poseía su nombre, algo que hacía que se perturbase, llamarse de otra forma, como si hubiera vuelto a nacer. "De algún modo lo hice", fue lo que pensó.
  
  -Oh, no podría, miladi. Soy parte de su servidumbre, no podría llamarla de otro modo, siempre le debo respeto a usted y a nuestro Lord -soltó con solemnidad.
  
  El pensar que ahora era una "lady" de la realeza hacía que sintiera un estremecimiento, no se caracterizaba por gustarle la atención cuando tenía su otra vida, si bien entendía que la trataban con respeto por ser la gerente, era algo incómodo ver cómo pasaba por un lugar y todos se callaban o le hablaban con demasiada seriedad. Si bien ella se sentía segura de sí misma, la verdad era que no estaba habituada a ser el centro de la atención, y que tuviera una doncella para su cuidado era algo abrumador, por decir lo menos, antes no había pensado en siquiera contratar a alguien para que le realizara la limpieza, porque era algo que realmente no consideraba que estuviera bien, por más que tuviera el dinero para hacerlo.
  
  Se preguntaba qué cosas más tendría que descubrir en su nueva vida, ¿qué habría pasado antes? ¿Quiénes serían sus familiares? ¿Estudiaría? Tal vez podría coserse unos pantalones, si podía solicitarle a alguien los materiales, ¿acaso sería como cualquier chica de la época antigua que sólo se la pasaría esperando a casarse y ser ama de casa? Era algo que no le gustaría, si pensaba en Brienne de Tarth era una mujer fuerte, que deseaba ser caballero, entonces... Tal vez podría enrumbar su vida en aquel destino, porque así no estaría sujeta a un hombre para salir adelante, esperaba no más que su personaje no muriese pronto como la mayoría de la serie, aunque ahora que estaba ella dentro de ese personaje, imaginaba que su destino podría ser el que ella se propusiera y no la historia de la Brienne de la serie o libro.
  
  Decidió que aprovecharía la buena disposición de Muriel para preguntarle cosas, como qué había pasado con su madre, porque realmente no sabía mucho de Brienne, porque recién apareció en la temporada que estaba viendo.
  
  -¿Y dónde está mi madre? -preguntó lo más casual que pudo, la pelirroja la miró confundida.
  
  -¿Lady Donna? Ella murió en el parto de su hermana Alysanne, que en paz descanse -respondió Muriel con expresión apenada.
  
  Gwendoline no sabía cómo sentirse al respecto, su madre en este universo estaba muerta, y por lo que le había dicho su hermana también. ¿Habría tenido más hermanos? ¿O sólo le quedaba su padre?
  
  -¿Tuve más hermanos? -preguntó Gwendoline, con un deje de tristeza.
  
  -Galladon y Arianne, ambos también murieron lastimosamente, pero usted nos queda como bendición para la casa Tarth -comentó intentando animarla.
  
  Vaya... Sinceramente era duro de digerir, no tenía más familia y sí o sí de ella dependía la descendencia de su linaje... Pero no se dejaría amedrentar, porque en sí no planeaba tener hijos antes, y ahora tampoco quería tenerlos, así que simplemente viviría buenamente como pueda ser.
  
  Pensó que también le servirían otras habilidades que sabía de su otra vida, como las artes marciales mixtas, así que frunció el ceño, cargada de determinación.
  
  -¿Crees que será posible que me facilites tela, aguja e hilo? -cuestionó Gwendoline.
  
  Muriel la miró confundida.
  
  -¿No desearía usted que le mandemos a confeccionar su vestido nosotros? Podría lastimarse al intentar hacerlo usted misma -comentó Muriel.
  
  -Uhmn, es que no es un vestido lo que tengo en mente -respondió con aire críptico.
  
  -¿Necesita usted ropas interiores? ¿Alguna enagua? -interrogó Muriel, Gwendoline suspiró.
  
  -No, en realidad quisiera pantalones -dijo luego de un rato.
  
  -Oh... En sí eso es impropio para una dama como usted -soltó Muriel, viendo cómo la menor suspiraba y miraba con tristeza a un lado-. Pero quizá... Podría dárselo, si usted no le dice a nadie que lo hice yo.
  
  El brillo en los ojos azules de la menor fue inmenso, y luego sonrió. -Sí, por favor. ¡Muchas gracias! -respondió efusiva.
  
  -Ay, miladi, realmente me pone en una encrucijada, pero todo sea por verla feliz -farfulló la pelirroja, sonriéndole.
  
  A lo que Gwendoline no supo qué decir, sólo volvió a corresponderle al gesto. Después la dejó en su cuarto y se fue.
  
  La rubia decidió que ya que esta era su nueva vida tendría que ir familiarizándose con todo, así que salió de su habitación, esta vez no con el objetivo de ir al salón donde se hallaba su... Padre, sino a conocer los otros espacios, ver qué podría hacer a partir de ahora.
  
  Salió del castillo, viendo cómo había otro lugar anexado a donde estaba, que se imaginaba era la caballeriza. Se acercó para ver a los animales, fijándose que estaban comiendo heno, lucían tan enormes y hermosos, con su lustroso pelaje y ojos brillantes, decidió acariciar a uno que tenía un bellísimo color de ébano, el cual se removió frente al toque, relinchando, motivo por el cual retrocedió asustada, chocando con alguien detrás suyo.
  
  -Lady Brienne, tenga cuidado con estos animales, son volubles, pueden estar bien pero de un momento a otro podrían patearle haciendo que se lastime -masculló el hombre, que lucía sucio, quizá por el trabajo designado en las caballerizas fue lo que pensó-. Aparte usted es muy pequeña para estar aquí.
  
  -Quisiera aprender a montar a caballo -soltó con determinación, el hombre la miró sorprendido.
  
  -No sé si Lord Selwyn lo autorice, como le digo, usted es muy pequeña aún -repitió el hombre.
  
  Se sintió frustrada, porque su edad biológica no representaba su edad mental, y ahora había vuelto estar sujeta a lo que dijera su padre, suspiró con fastidio.
  
  -Bueno, hablaré con él, pero si lo autoriza, por favor me enseñas a montarlo -comentó Gwendoline, el hombre asintió con solemnidad, y ella decidió que ya no podía estar allí, por lo que se retiró.
  
  El día iba oscureciendo, y sentía cómo su estómago sonaba por el hambre, ni siquiera tenía la noción del tiempo, porque estaba habituada a siempre verlo en su celular, y ahora no poseía uno, es más, ni existían.
  
  Se dio cuenta que ya no era una buena idea seguir fuera del castillo, por lo que decidió ingresar, fijándose como el resto andaba con sus lámparas de vela, volvió a suspirar, pensando que habría sido una buena idea llevar una con ella. Se chocó con una mujer de cabello oscuro y delantal.
  
  -Oh, ¡miladi! Andábamos buscándola para la cena, su padre la está esperando -masculló la mujer, empujándola con suavidad en otra dirección, se dejó guiar y vio al mismo Lord de antes, sentado en una larga mesa, en un extremo, mientras que en el otro había un asiento vacío, el cuál imaginaba que era para ella, se ubicó allí y vio que frente a ella había un tazón con agua y un trapo, frunció el ceño, confundida, ¿acaso era una clase de alimento eso?
  
  -Es para que te laves las manos -explicó su padre, a lo que ella se sonrojó avergonzaba por no habérselo ocurrido antes y empezó a asearse, para luego dejarlo a un lado-. Hija, creo que quedaste un poco alterada luego de la muerte de tu prometido, porque te veo muy confusa y alterada, los días anteriores estabas bien pero hoy después del almuerzo todo cambió. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? Pensaba en decirte que te comprometeré pronto con Ronnet Connington, si eso te hace sentir mejor -dijo, a lo que Gwendoline se sintió asqueada, ¿muerte de su prometido? Si apenas tenía diez años... ¿Cómo es que ya estaba comprometida? Y para colmo ya la iba a volver a comprometer luego de la muerte del anterior, lo cual hacía que se estremezca pensando que realmente eran unos viejos pedófilos quienes accedían a estar con una niña.
  
  -No me interesa casarme -masculló Gwendoline, su padre la miró sorprendida.
  
  -Es que no es algo que se dará ahora, querida, cuando tengas dieciséis años contraerás las nupcias -refutó su padre.
  
  Dieciséis años... Diciéndolo con tanta tranquilidad que hacía que se cuestionase a qué estaban tan acostumbrados.
  
  Antes de seguir atormentándose con la que era su nueva realidad, pusieron ante ella un plato de sopa, y sujetó el cubierto para empezar a comer, el sabor era algo a lo que no estaba acostumbrada, pero de igual forma era agradable, se preguntaba cuál sería la cocinera del lugar, o cocinero. Luego trajeron otro plato con lo que imaginaba era el segundo, con una porción de carne de cerdo, verduras y papas, y ella no podía estar más que agradecida por esos alimentos, porque realmente se estaba muriendo de hambre, ¿sería posible que morir diera hambre? Siguió saboreando su sopa, con la disposición de no seguir sobre analizando lo que le pasaba.
  
  Ya después de comer tendría el suficiente tiempo para mortificarse por toda la información que estaba recibiendo, y precisamente antes de irse a dormir eso sería lo que quitaría el sueño, pensar en su vida, su futuro y en cómo parecía todo escaparse de sus manos.
  
  Después de la infructuosa charla con su padre, decidió que no insistiría, al menos por ahora, en hacer ver que ella no quería simplemente ser una esposa y madre, por más que fuera la única de su familia en este universo, y que cargara con el peso de seguir el linaje. No quería lidiar con más problemas, así que pasaba tiempo en la biblioteca, lo cual sorprendía a las doncellas, porque sabía leer de forma muy fluida, al inicio creyeron que sólo iba por curiosidad infantil, hasta que empezó a recitarles pasajes de su lectura, y si bien ellas no sabían leer ni escribir, se imaginaban que si hablaba con ese desenvolvimiento era porque realmente estaba leyendo.
  
  -¿Usted cree que me pueda enseñar a leer? -le preguntó Muriel con un poco de timidez.
  
  -Claro, puedes avisarme en tus tiempos libres y venimos aquí -respondió Gwendoline, a lo que la pelirroja asintió contenta.
  
  Llevó uno de los libros a su habitación, y se semi echó para poder leerlo, prefería mantenerse ocupada para no estar sobre analizando situaciones que no estaban en su poder, cuando escuchó que tocaban la puerta.
  
  -Pase -exclamó, y quien entró fue Muriel, que traía un morral consigo.
  
  -Miladi, aquí le traje lo que me pidió. Disculpe que no haya mucha variedad de telas pero sólo encontré las que emplean para las ropas de los varones -se dispensó la doncella, mientras le extendía el morral.
  
  -Descuida -masculló Gwendoline, sacando la tela y viendo la aguja e hilo.
  
  -Paso a retirarme, por favor, con mucha discreción haga esto o puede meterme en problemas -pidió Muriel, para luego retirarse.
  
  Sonrió viendo la tela, lo de menos era que pareciera hombre, sino que no tendría que estar lidiando con ese calor y las escaldaduras al usar vestido, aparte de estar con el continuo temor de caerse y que le vieran todo. Decidió que luego continuaría su lectura y se pondría a confeccionar su pantalón, lo cuál era un modo complicado dado que no tenía reglas o centímetros, pero si algo era Gwendoline es una mujer práctica y muy capaz, así que estaba segura que podría hacerlo.
  
  ...
  
  Después de varios intentos, se percató que no era una súper mujer y tendría que usar algo para medir, así que estuvo inspeccionando por sus cosas si encontraba una vara o algo que le sirviera, cuando de pronto tocaron la puerta. Se puso en modo alerta, y escondió sus cosas debajo de la almohada.
  
  -Pase -dijo Gwendoline y la puerta se abrió, mostrando a su padre en ella.
  
  -Querida, quería que conversemos en privado, por favor -empezó su padre, entrando a su habitación.
  
  Gwendoline se sentó en su cama y vio que el Lord se sentaba a los pies.
  
  -¿Es necesario que llame a un curandero? ¿Tienes alucinaciones? ¿Tal vez te sientes mal? Estás demasiado distinta, hija mía, y te noto insatisfecha con las decisiones que estoy tomando -exclamó su padre.
  
  -No, me siento bien... Sólo que... había olvidado algunas cosas, y bueno, me genera confusión. Y no estoy de acuerdo con otras. ¿Qué es lo que debo hacer? En mis actividades diarias, la verdad como le digo, tengo dificultad para recordar -masculló Gwendoline.
  
  -Tienes que tomar tus clases con tu septa Roelle, ahí llevarás diversas cosas como las que has estado aprendiendo hasta ahora, sobre bordado, la historia de las casas, y etiqueta social -respondió su padre.
  
  -Ah... Está bien, ¿pero es necesario las de bordado? -cuestionó, a pesar de gustarle la costura, no estaba precisamente apasionada por lo que respectaba al bordado.
  
  -Querida, es necesario que sepas todo eso, no es algo que pueda modificar, es parte de tu educación -mencionó el Lord, ella se sintió desanimada con esa información-. Ven aquí -masculló para luego abrazarla, se sintió incómoda con el gesto, pero supuso que era algo normal porque era su padre, y se imaginaba el pesar que debía pasar para aquel hombre al haber perdido a su mujer e hijos, siendo ella la única sobreviviente.
  
  La soltó y ella no supo qué más decir, su padre le ofreció una sonrisa que percibió sincera y se fue.
  
  Vio su libro y se dio cuenta que podía usarlo de referencia para medir el largo, así que lo tomó y se puso manos a la obra.
  
  ...
  
  Pasaban los días, donde Gwendoline estaba habituándose a su nueva rutina, de despertarse, bañarse no en una ducha con agua temperada, sino con un balde y agua fría; si bien al inicio fue complicado, se dio cuenta que en realidad le ayudaba a calmar sus nervios, que sí, no tenía muchas responsabilidades como antes, pero sí le gustaba mantenerse ocupada y, por ende, se mantenía nerviosa, así que tener ocupaciones, que incluían escuchar a la insoportable septa Roelle en sus clases, también le enseñaba a leer a Muriel y quería terminar de coser su pantalón.
  
  Vio satisfecha cómo había terminado su pantalón, la verdad no quedó tan estético como le hubiera gustado, pero teniendo en cuenta que no tuvo todos los materiales para hacerlo, se sentía feliz con el resultado.
  
  Decidió que se lo pondría, así que se puso un camisón grande que tenía para dormir, lo metió dentro del pantalón y se lo puso, sintiéndose mucho más cómoda así. Esperaba no tener problemas con su padre, pero la verdad pensaba priorizarse, de por sí era difícil el tener que acostumbrarse a una nueva realidad, como para que también tuviera que dejar su comodidad en las prendas que prefería.
  
  Decidió salir con confianza, observando cómo la veían sorprendidos, pero poco le importaba, Gwendoline estaba feliz. Entró al comedor a desayunar, viendo que su padre abría los ojos grandemente por la sorpresa.
  
  -Mi querida Brienne. ¿Deseas usar pantalones? -preguntó su padre.
  
  -Sí, tomé prestadas algunas telas para poder confeccionarme uno -sentenció Gwendoline.
  
  -Pero no puedes usar ropas así, querida.
  
  -Me siento más cómoda de este modo, así que...
  
  -Me refiero que puedo mandarte a hacer pantalones para que sean más estilizados -interrumpió el Lord, a lo que la rubia lo miró confundida, ¿no lo veía como algo negativo? La idea de que tuviera más de uno sonaba tentadora, ¿habría alguna trampa en aquel ofrecimiento?
  
  -¿A cambio de qué? -preguntó con suspicacia.
  
  -De que no uses el que tienes puesto. Porque la hija de un Lord no puede verse vistiendo de ese modo, por favor, ve a cambiarte -pidió su padre.
  
  -¿Pero me aseguras que me mandarás a hacer los pantalones? -cuestionó dudosa.
  
  -Sí, querida. Es más, ¡Muriel! Ve con las costureras y pídele que me confeccione media docena de pantalones para mi hija, que le tomen las medidas después del desayuno, por favor -ordenó el Lord, a lo que vio cómo la pelirroja asentía y hacía una reverencia para luego retirarse.
  
  Gwendoline se fue a cambiarse, sintió que si bien había perdido el pantalón por el que se había esforzado, había ganado media docena de pantalones y eso era un buen intercambio.
  
  Al terminar de vestirse, fue a desayunar. Viendo que su padre había traído a una muchacha a la mesa.
  
  Su padre no comentó nada alusivo al tema durante la comida, cosa que hacía que ella se sintiera más cómoda con la idea de tenerlo como padre, ya que tenía una mentalidad más abierta, y era una persona más flexible. Si bien su vida había dado un vuelco por completo, agradecía que no cayera en una familia conservadora en exceso, porque aquello haría que se sintiera miserable.
  
  -Querida Brienne, ella es Noelle, mi prometida -comentó Lord Selwyn.
  
  La mujer morena de ojos verdes le ofreció una sonrisa. -Un gusto, Lady Brienne.
  
  Gwendoline se sintió un tanto extrañada por la diferencia de edad, pero decidió que era algo usual en ese tiempo, así que lo dejaría pasar, igual no quería tener inconvenientes, y menos ahora que le daban facilidades.
  
  Después de desayunar, Muriel la llevó donde las costureras, donde le tomaron las medidas.
  
  -¿Ustedes creen que puedan hacerme como un camisón de pijama pero más corto? -preguntó tentativamente Gwendoline.
  
  -¿Cómo una camisa, miladi? -preguntó la costurera.
  
  -Sí, para usar con los pantalones -explicó.
  
  Conversaron entre ellas en voz baja, para que luego ella mirara a la pequeña y asintiera: -Lo que usted desee, miladi -soltó la costurera.
  
  Sonrió satisfecha con haber conseguido lo que quería. Así que volvieron a tomarle medidas, esta vez en la parte de arriba.
  
  ...
  
  Pasó una semana, y Muriel tocó a su puerta, al ingresar, le mostró la media docena de pantalones, eran tres de color marrón y tres de color gris, y Gwendoline sonrió.
  
  -Gracias, Muriel -masculló la pequeña.
  
  -Ha sido un placer, miladi. Gracias a usted más bien por enseñarme a leer, cada día aprendo más palabras y ya hasta pude leer un párrafo con usted -comentó Muriel.
  
  Gwendoline le sonrió, realmente el ayudar a alguien hacía que se sintiera realizada, y, le hacía distraerse también, porque estaba habituada a estar en reuniones de trabajo, compras, coordinaciones, y ahora no era una guía para nadie, sin embargo, ayudando a Muriel a leer, es que sentía que estaba haciendo algo de provecho. Igualmente pensaba en retomar su pasatiempo de modista, sin embargo, no quería sobrecargarse de actividades tampoco, ya que al final de cuentas, era una niña ahora.
  
  ...
  
  Con el paso de las semanas fue conociendo a otras personas, mayormente de la servidumbre, pero de igual forma le servía para interactuar, conoció a otros niños, y algunos se burlaban de ella, a lo que Gwendoline les ofrecía respuestas mordaces, que no entendían porque eran muy jóvenes, y conseguía que se siguiesen burlando. Era algo que le fastidiaba, el que los niños siempre buscasen una excusa para ser crueles, ¿por qué? Por el hecho de que ella era más grande para su edad, y sí, era consciente de que no era la más femenina, pero eso no le interesaba.
  
  Así que prefería hablar con adultos, le trataban con mayor consideración, quizá por el hecho de ser hija de un Lord, pero al menos no recibía burlas o insultos.
  
  El acostumbrarse a un baño sin inodoro era complicado también. Tampoco tenía refrigerador, ni electrodomésticos. Si deseaba que algo se calentase para comerlo debía sí o sí solicitarlo, porque ni siquiera le permitían ingresar a las cocinas, por temor que se lastimase, cosa que era frustrante, la autonomía que tenía como adulto era algo que había perdido en esa nueva vida.
  
  Lo único positivo es que aún no le venía el período, porque no quería averiguar lo que tendría que usar sin contar con toallas higiénicas, tampones o hasta copa menstrual, arrugaba la nariz ante el pensamiento.
  
  ...
  
  Cada día antes de dormir, prendía su vela y se ponía a leer. Era una actividad que la reconfortaba, y una de las pocas cosas que podía hacer sin entretenimiento, ya que no sabía de las noticias, más allá de lo que murmurasen en los pasillos, y así como que se desconectaba de su realidad.
  
  Se preguntaba qué estaría haciendo Sam, si Ariel al final se sentiría mejor sin ella en sus vidas... Aunque también pensaba en sus padres, y lo terribles que se deberían sentir al perder a su única hija. También elucubraba, ¿quién sería el nuevo gerente? Se le venían personas a la mente, pero no tenía forma de saberlo, eso pasaría en un futuro, o en otra dimensión, aún no tenía muy claro el cómo es que estaba en ese mundo.
  
  Pero era un nuevo comienzo... Tal vez la oportunidad de hacer cosas que antes no se había propuesto, quizá casarse y tener hijos... Arrugó la nariz frente al pensamiento, no era algo a lo que estaba reacia, sin embargo, en esta situación no tendría derecho a elegir, simplemente le sería impuesto un marido con el que cual debería casarse a los dieciséis años, y probablemente tendría el doble, si es que no es más, de edad, y pensar en simplemente tener sexo con alguien así hacía que se retorciera el estómago, no podría hacerlo aunque le pagasen. El enamorarse de alguien y formar una familia era algo que veía muy lejano... Ahora mucho más, porque tenía apenas diez años. Suspiró frente al pensamiento, era complicado que en ese tiempo no hubiera tantos derechos para las mujeres, o al menos trataba de echarle la culpa a ello, para no afrontar que en realidad cuando tuvo la oportunidad de enamorarse y formar una familia no la tomó.
  
  Ya había pasado un año desde que Gwendoline murió y nació como Brienne en el universo de la serie Juego de Tronos. En ese tiempo tuvo aprendizaje sobre su nueva vida, quiso matar a Roelle por ser tan cruel con ella y aparte ahora tenía otra "madrastra". También tuvo muchas crisis de rabia (berrinches para quién no la conocía), y por momentos creía que siempre fue Brienne y que su vida como Gwendoline sólo fue un sueño... Pero no era posible, ¿verdad? Esta semana había sido muy estresante para ella, había estado irritada porque había crecido, así que todas sus ropas no le quedaban y tenía que usar nuevamente vestidos, al menos hasta que terminasen sus nuevos pantalones.
  
  Suspiró, sintiendo algo caliente en su entrepierna, una sensación familiar...
  
  -Padre, ¿puedo retirarme? -preguntó Gwendoline.
  
  -Querida, apenas y has comido algo, ¿por qué no quieres comer? ¿Te sientes mal? -cuestionó preocupado su padre. Pero ella no podía responderle a eso, es más, no sabía qué haría en ese tipo de situación en esta época, sí, tenía hambre, pero sentía más miedo por mancharse que por no comer.
  
  -Es que necesito usar los servicios -masculló la menor.
  
  -Está bien, si necesitas algo solicítalo a tu doncella -respondió Lord Selwyn, a lo que ella asintió, pensando que, en efecto, podía pedirle ayuda a Muriel.
  
  La buscó, encontrándola en la cocina. No sabía cómo se tomaba aquel momento para la Edad Media.
  
  -Muriel, ¿podrías ayudarme? -interrogó Gwendoline con expresión tensa.
  
  -Sí, miladi, dígame en qué puedo ayudarle -respondió Muriel, sonriéndole.
  
  -Ha llegado... mi período, estoy sangrando, ¿qué puedo usar para esto? -cuestionó con secretismo, a lo que Muriel asintió.
  
  -Oh, justo en su cumpleaños número once se está convirtiendo en una señorita. Claro. Ya le habíamos confeccionados una prenda para que la usase cuando llegase este momento, iré por ella, miladi -soltó con determinación Muriel, saliendo de la cocina con premura.
  
  -¡Muriel! Iré a los servicios, me buscas en mi habitación -pidió Gwendoline, la pelirroja asintió y volvió a correr.
  
  Se quitó la prenda que usaba debajo del vestido, en efecto, estaba manchada de sangre, por lo que decidió lavarla, tallándola para quitar la sangre, sintiendo cómo sus piernas se llenaban del líquido carmesí. Era incómodo sentirse así, le hubiera dicho que mejor la esperaba en los servicios, sólo esperaba que Muriel se apresurase, hizo un ovillo de la prenda interior, aún húmeda, para colgarla en el tendedero.
  
  Caminó en dirección a su habitación, se fijó que afuera estaba Muriel, le pidió la prenda y se metió a su habitación, era algo parecido a un bikini, porque se amarraba por los costados, con algo reforzado en la parte que cubría la zona íntima, no quería averiguar lo que era así que prefería sólo usarlo. Después de ponérselo, se acomodó la falda, y quería mantenerse en cama, pero no, debía ver a la septa Roelle, con la cual desde el inicio había tenido una relación conflictiva.
  
  Al principio, pensó de buena fe, que simplemente la clériga, no era muy paciente, ya que estaba entrada en años, porque bueno, que tu alumna no recuerde nada de lo que le enseñaste desde hace tiempo podía causar un poco de malestar, ¿verdad? Sin embargo, conforme pasaban los días, e incluso un año después, es que la septa había sido terriblemente cruel con ella, diciéndole que: Era una buena para nada, que sólo los hombres la halagaban por el beneficio que tendrían al tratar con su padre, que era demasiado fea para que tuviera alta autoestima, y demás comentarios hirientes, que hacía que muchas noches llorara antes de dormir, no por creérselos, porque ella estaba segura de sí misma, sino porque de todas forman ese tipo de maltrato hacía mella en las personas.
  
  Así que ahora tendría que ir nuevamente donde su septa, para bordar un poco y aprender otras cosas, que aparte de los insultos, sí eran ventajosas para ella.
  
  ...
  
  Después de terminar sus clases, iba a realizarse un almuerzo en su honor, donde estaban invitados de otras casas, cosa que la tensaba un poco, porque serían más personas con las que lidiar, sin embargo, también era vigorizante porque vería a los personajes de la serie. Se preguntaba a quiénes conocería allí.
  
  Muriel se acercó a ella, sonriéndole: -Miladi, tengo ya listo su vestido para esta ocasión -masculló.
  
  La idea de usar un vestido no era tentadora, pero tenía que adecuarse, así que soltó un suspiro de derrota y asintió.
  
  ...
  
  Se miró en el espejo, había arreglado lo mejor que pudo sus cabellos en pseudo tirabuzones para que se vieran bien usando el vestido, que era color verde y marrón, ambos colores le gustaban a Gwendoline, así que al menos era un punto a su favor.
  
  Se calzó los zapatos y caminó con ellos, eran nuevos así que estaban un tanto incómodos, pero bueno, esperaba que al menos tuviese que lidiar en contadas ocasiones.
  
  La verdad es que la rubia sentía hambre, suponía porque su metabolismo era el de una puberta camino a la adolescencia, pero debía lidiar con la parafernalia de la presentación con todos.
  
  Al ubicarse en el salón, vio cómo estaba el Rey Robert con Cersei, su esposa, y dos de sus tres hijos, los cuales estaban más pequeños de lo que los recordaba, también eran como 9 años antes así que era normal que lucieran más jóvenes, incluso los adultos se veían de otra forma.
  
  -Monstruo -masculló uno de los hijos de los Lord, para luego reírse en la cara de Gwendoline.
  
  -Pues que te importe un carajo, mocoso estúpido, estás en mi cumpleaños y en mi casa -soltó Gwendoline en voz baja, fastidiada por el comportamiento de sus invitados.
  
  -¿Ah sí? ¿Te crees muy fuerte, eh? -preguntó el chiquillo, acercándose con postura amenazante a la rubia, la cual, envalentonada no se hizo para atrás, sino que avanzó para enfrentarlo.
  
  -Niños... Deben tratar con respeto a la cumpleañera, y no adoptar ese comportamiento tan poco caballeroso -dijo Jaime Lannister, a lo que Gwendoline lo miró agradecida.
  
  -Ay que huir, es el matareyes -comentó el niño para luego irse corriendo.
  
  -¿Son muy poco inteligentes, verdad? Con el tiempo deben dejar de estar tan estúpidos, pero igual no es garantía de nada -farfulló Jaime, ofreciéndole una sonrisa, su rostro era distinto a cuando lo vio en la serie, se veía más lozano y amable, era difícil pensar que alguien así en realidad estaba en una relación incestuosa con su melliza.
  
  -Gracias, Sir Lannister -musitó Gwendoline, a lo que Jaime le hizo una reverencia y se retiró.
  
  Era... tan diferente verlo en la televisión y luego en persona, y aún pensaba que, si bien era atractivo, caballeroso y amable, era una lástima que en realidad estuviera enamorado de su melliza. Volteó para ver cómo interactuaban, se ofrecían miradas de reojo y sonrisas cómplices, ¿cómo nadie más se daba cuenta de lo suyo? Algo en su interior se removió, ¿cómo no paraban? No sabía el final de la historia de ellos, pero no le auguraba algo bueno.
  
  Jaime era más bondadoso que su hermana, la cual miraba al resto con desprecio, Cersei no era un personaje por el que sintiera admiración, sino más bien desprecio. Un pensamiento pasó por la mente de Gwendoline, tan rápido que la aturdió, y era que sentía que Jaime era mucho para Cersei, que ella no lo merecía en realidad, creía que él merecía estar con alguien que realmente lo valorase, y no que simplemente lo manipulase...
  
  Pero eso no le competía, ¿verdad? Gwendoline no tenía nada que ver con ellos, es más, en algún sentido le sorprendía el conocerlos justo ahora, ¿acaso eso habría pasado en los libros o en la serie? Ella no tenía la certeza de nada porque Lady Brienne recién aparecía en lo que había visto en la serie, y no sabía si había tenido alguna interacción con Jaime o Cersei.
  
  ...
  
  Lord Selwyn levantó su copa, y la mano de Gwendoline.
  
  -Pido un brindis por el décimo primer cumpleaños de mi querida hija Brienne de Tarth -el resto alzó su copa y dijeron: "¡Salud!", para luego empinarse de un trago la bebida-. Que las siete deidades bendigan el camino de mi hija -pidió el Lord, para luego volver a dar un trago.
  
  Todos aplaudieron y se sentaron.
  
  Empezaron a comer, haciendo que Gwendoline se sintiera más tranquila, aunque aún algo tensa por la cantidad enorme de gente que se hallaba en el castillo.
  
  Veía cómo habían otros rostros conocidos, como Lord Stark, Renly, a quien ella juraría lealtad en la serie, y otros personajes más.
  
  -Después de comer te presentaré a tu prometido -dijo Lord Selwyn, a lo que Gwendoline arrugó la nariz. ¿Quién de todo ese gentío sería su prometido?
  
  La comida no demoró tanto como le hubiera gustado, y su padre la llevó del brazo a otra habitación y se retiró, donde después de un rato entró uno de los hombres mayores que estaba en el salón, con una rosa en la mano.
  
  -Esto será todo lo que obtendrás de mí, pequeño monstruo -sentenció aquel hombre, a lo que Gwendoline no recibió la rosa, empujándola con su mano, y luego escupiéndole en el rostro a aquel hombre, que iba a lanzarse a bofetearle de no ser porque entró su padre en escena.
  
  -¿Qué ibas a hacer, Ronnet Connington? No te atrevas a faltarme en respeto en mi propia casa -amenazó Lord Selwyn, a lo que el hombre mayor torció los labios por enojo y se retiró-. Tal vez no fue una buena idea tenerlo como tu prometido, mi pequeña. Ya vendrán otras oportunidades, verás que sí -alentó su padre.
  
  Mientras que Gwendoline se sentía asqueada, no quería tener que lidiar con hombres mayores nunca más, si era preferible quedarse sola que tener ese futuro, lo elegiría mil veces.
  
  -¿De verdad debo casarme? -preguntó Gwendoline.
  
  -Es parte de tu deber, para que me des nietos que sean el futuro de nuestro linaje -explicó Lord Selwyn.
  
  -¿Pero no puedo ser como tú? ¿Enamorarme y buscar a alguien? -cuestionó la rubia, a lo que su padre miró con ternura.
  
  -Querida... Entiendo que te parezca injusto, pero los matrimonios son arreglados, de hecho el que tuve con tu difunta madre lo fue, sólo que al perderla, es que puedo permitirme salir con otras personas -relató su padre.
  
  Es decir, tenía que esperar que su esposo viejo muriera para vivir su vida, y la verdad es que eso no la dejaba satisfecha. Así que buscaría la forma de salirse con la suya, no necesariamente casándose con alguien, sino ahuyentándolos, dándoles largas, lo que sea para que se aburriesen y la dejaran tranquila. Porque al final de cuenta si querían casarse con ella no es porque les gustara, sino porque querían aliarse con su padre, para así tener más poderío, y Gwendoline no quería ser utilizada, ella no era un bien, no era propiedad de su padre, ella era una persona libre, y ejercería ese derecho sin importar lo mucho que le costara.
  
  Hicieron un baile luego, donde todos se negaban a bailar con Gwendoline, y la verdad ella ni siquiera tenía ganas de bailar, pero sí era insultante que se comportaran de ese modo, hasta que Renly Baratheon se acercó a ella, brindándole una reverencia.
  
  -¿Me permite este baile? -preguntó cortésmente, Gwendoline asintió y tomó su mano.
  
  Para que después bailaran, con Renly ofreciéndole una sonrisa, y eso hacía que su mente entendiera por qué Brienne le dio su lealtad, era porque ella estaba enamorada de Renly, y claro, ¿cómo no estarlo si era un joven apuesto y tan bien portado? Pero en realidad, Gwendoline no sentía nada por él, más que agradecimiento...
  
  Miró a lo lejos cómo Jaime conversaba con Cersei, deseando que quien bailara con ella fuera él... ¿Pero qué estaba pensando?
  
  Casi se cae al darse cuenta de la dirección de sus pensamientos. Era impropio, él era su mayor en este universo, por mucho, y sí, había sido dulce con ella, no obstante, no fue por intención de coquetearle, aunque su cabeza le decía lo contrario, haciendo que se sintiera conflictuada.
  
  ¿Acaso le gustaba Jaime Lannister? En menudo lío estaba.
  
  Al día siguiente Gwendoline se sintió aún confundida. Los sentimientos que estaban aflorando seguían ahí, y era algo que no sería correspondido, pero no por eso menguaba su enamoramiento. Trataba de recordarse con ahínco que en realidad Jaime era una persona por demás cuestionable, pero al pensar en su sonrisa era como si sus acciones negativas se borraran. ¿Acaso lo vería en un futuro? Odiaba el haber demorado tanto en ver Juego de Tronos, sino sabría si existía la posibilidad de tener interacciones con él... Sin embargo, ahora tenía once años, y por lo que le había dicho Muriel cuando le preguntó, él ya tenía veintiocho años, así que existía una brecha de diecisiete años entre ambos.
  
  Pero él formaba parte de la guardia real, así que al menos si ella se convertía en un caballero, cabía la posibilidad de llegar a verlo.
  
  Así que su mente iba maquinando lo que tendría que hacer ahora... Quizá era un tanto apresurado, pero el ser un caballero no sólo le serviría para verle, sino también para ser dueña de su propio destino y no tener que casarse con algún viejo desagradable. ¿Pero acaso eso significaba que pensaba casarse y tener hijos con Jaime Lannister? No se sentía segura de eso, porque ni siquiera sabía si pasaría a algo más que su interés platónico, no obstante, no era enteramente por él, sino para tener control sobre su vida.
  
  Gwendoline ya sabía lo que debía hacer, tenía que hablar con su padre.
  
  ...
  
  -¿Qué sucede, querida? ¿Por qué demandaste hablar conmigo? -preguntó Lord Selwyn.
  
  -Quisiera entrenar. ¿Sería posible que me consigas un maestro duelista? -cuestionó Gwendoline.
  
  -¿Cómo...? ¿Cómo un varón? -interrogó su padre. A lo que Gwendoline asintió.
  
  -Mi meta en sí es tener la oportunidad de ser un caballero cuando sea mayor. Siento que sería muy buena, si me dejan -exclamó Gwendoline.
  
  -Querida Brienne, eso es algo duro, podrías salir lastimada, ¿estarías dispuesta a pagar el precio? -masculló Lord Selwyn.
  
  -Sí, quiero poder defenderme, y también ser un caballero.
  
  -Ninguna mujer a recibido el título de caballero -comentó su padre.
  
  -Podría ser la primera -refutó Gwendoline.
  
  -Igualmente no podrías dejar tus labores con tu septa, al menos hasta que cumplas dieciséis años -sentenció su padre.
  
  -Sí, lo entiendo.
  
  -Buscaré a alguien que te ayude en tu entrenamiento. No sólo aprenderás a utilizar la espada, sino todo lo necesario para que tengas la oportunidad de ser la mejor caballero que haya existido -soltó Lord Selwyn con determinación, apoyaría a su hija en todo lo que se propusiera.
  
  -Gracias, padre -musitó Gwendoline, realmente muy agradecida de que su padre en ese universo fuera tan comprensivo y la apoyara en lo que ella se propusiera.
  
  ...
  
  Los años pasaron... Aprendió todo lo necesario en la septa, pero a la par estaba preparándose para ser un caballero, sólo tuvo una persona más interesada en casarse con ella, pero cuando él le dijo que esperaba que dejara su deseo de ser caballero cuando se casaran es que Gwendoline lo retó, le dijo que si la vencía en batalla, ella dejaría de prepararse para ser caballero cuando se casara con él.
  
  Lo dejó con huesos rotos y varios moretones. Su papá tomó aquello como que ella no deseaba casarse con nadie y no volvió a insistir.
  
  Poseía una gran capacidad para manejar la espada, y su padre le mandó a forjar una especialmente para ella. Habían pasado cinco años, es decir, ya tenía dieciséis y nunca más tendría que lidiar con la septa Roelle, así que para Gwendoline era un logro, porque así sólo se dedicaría a su entrenamiento.
  
  Incluso su padre le había mandado a forjar una armadura, por lo cual ella se sentía ansiosa de cuando se la entregue.
  
  -Miladi, ¿está segura que es esto a lo que quiere dedicarse? -le preguntó Muriel con el ceño fruncido en señal de preocupación.
  
  -Sí, Muriel. Este es mi destino -dijo con determinación.
  
  -Pero significa que no se casará ni tendrá hijos...
  
  -De eso aún no tengo certeza, pero casarme nunca fue mi deseo -farfulló Gwendoline.
  
  Mentía, era consciente de ello, en algún punto de su vida anterior, y de la actual, había pensado en casarse, por amor y no porque la obligaran... No podía negar que incluso pensó qué se sentiría casarse con Jaime, pero descartó la idea de inmediato, porque no lo conocía lo suficiente, y de nuevo, ni siquiera sabía si sería correspondida.
  
  Aparte sólo lo vio una vez... Pero también había algo que no se había dado cuenta antes, y es que a ella le parecía atractivo el personaje de Jaime, por eso cuando le prestó atención es que fue algo más especial, era simplemente un gusto, que se había acentuado cuando se dio cuenta que era bondadoso, no obstante, aún era muy cuestionable por las acciones que había realizado, por lo que realmente se preguntaba por qué no dejaba de gustarle.
  
  ...
  
  El tiempo seguía pasando, para estos años, Gwendoline ya sabía montar a caballo, y tenía uno, con el cual paseaba, y también se movilizaba para tener enfrentamientos con otros guerreros, simplemente para poner en alto el nombre de Brienne de Tarth, haciéndose cada vez más conocida, algunos la llamada Brienne "La Bella" a modo de burla, pero a ella no podía importarle menos.
  
  Ganaba dinero por los premios que recibía al vencer a otros, y cada vez más reconocimiento.
  
  Ya pronto cumpliría más edad, pensando en independizarse, y no porque no agradeciera la vida que tenía, era consciente de que en realidad ya llevaría casi diez años muerta de no ser porque había transmigrado, pero la verdad es que sentía que su vida no era estar atada a una familia, sino conocer más del mundo.
  
  ...
  
  La situación se había complicado. Había muerto Robert Baratheon, y habían dicho que su primogénito era en realidad un bastardo, producto del incesto entre Jaime y Cersei, y ella sabía que era así, pero no podía opinar, así que Renly quería tomar el trono, autoproclamándose el verdadero rey, y ella sabía que debía seguirlo, no por lealtad, sino porque ahí empezaría a conocer qué es lo que deparaba el destino.
  
  Así que abrazó a Muriel.
  
  -Muchas gracias por tus cuidados todos estos años. Nunca me olvidaré de ti -soltó con solemnidad Gwendoline, viendo cómo los ojos de su doncella se humedecían.
  
  -Ha sido verdaderamente un placer, miladi -exclamó Muriel.
  
  Abrazó también a su padre, y a su nueva novia, la de turno al menos, en todos estos años había cambiado de novia casi anualmente, y bueno, a ella en realidad eso no le importaba.
  
  ...
  
  Se batió a duelo con el otro guerrero, con su casco puesto, el resto desconocía que ella era mujer, tenía la altura más grande que muchos hombres, y el cabello ahora lo lucía corto.
  
  No asesinó al hombre, sólo lo hirió y dejó tendido en el piso, a lo que él se rindió.
  
  -Buena batalla, ahora descúbrase, le concederé una petición -ordenó Renly.
  
  Gwendoline se quitó el casco. -Soy Brienne de Tarth, mi señor. Y quisiera ser parte de su guardia real -comentó.
  
  Renly la vio sorprendido.
  
  -Vaya... Una dama...
  
  -No soy una dama, mi señor. Mi deseo es ser un caballero -farfulló.
  
  -Si demuestras tal habilidad, será un honor tenerte como parte de mi guardia real -masculló Renly, a lo que Gwendoline dio una reverencia.
  
  La gente cuchicheaba alrededor, en evidente descontento por aceptar a una mujer como parte de su protección, pero Gwendoline igualmente se situó a un lado, a la espera de que Renly le diera alguna orden.
  
  Después de que terminara el evento, la llevaron a donde serían sus aposentos, ella ubicó ahí las pocas cosas que traía y se quitó la armadura, sintiéndose cansada por el día arduo que había tenido. Parte de lo que sabía de artes marciales mixtas lo usaba en los duelos, junto con su gran habilidad con la espada y su rapidez para tumbar a alguien en el suelo.
  
  Era más ejercicio del que hacía en su vida como Gwendoline, pero la mantenía ocupada, y libre en algún sentido, por lo que se sentía satisfecha con aquello.
  
  Durmió tranquila. Aún extrañando a Muriel y a las comodidades del castillo, pero determinada a que esta vida sería mejor.
  
  ...
  
  Al día siguiente, se levantó temprano, con la idea de bañarse en el río. Se vistió y fue en su búsqueda, viendo cómo salía un muchacho del cuarto de Renly, sonrió en conocimiento, recordaba que precisamente el monarca no había desposado a su esposa, y que en realidad le gustaba su hermano.
  
  Caminó alejándose de las carpas, hasta que encontró la fuente de agua, se quitó sus ropajes y se metió al río, sintiéndose fresca a pesar de que hacía mucho frío en las mañanas, pero ya se había habituado a no usar agua caliente. Se frotó para quitarse todas las impurezas, viendo cómo quedaba solamente su pálida piel, la que antes se cuidaba con tantas cremas y demás, en cambio, ahora tenía las manos ásperas, el cuerpo aún suave, pero con moretones y heridas. Suspiró, no podía negar que extrañaba su antigua vida, pero tampoco se quejaba mucho de la que tenía ahora.
  
  Terminó de tallarse para luego secarse con su trapo y ponerse sus ropajes nuevamente.
  
  Iría a su carpa para ponerse la armadura y empezar a proteger a Renly.
  
  ...
  
  Los hechos que pasaron ya escapaban de su conocimiento sobre la serie, Gwendoline estaba en la carpa de Renly, cuando de pronto vio cómo una sombra entraba y se posaba detrás de él, para luego asesinarlo y desaparecer. ¿Acaso eso había pasado en la historia?
  
  Lastimosamente la culparon por aquello, exceptuando a alguien, Lady Catelyn, la cual también fue testigo de lo que pasó, y huyeron juntas.
  
  Lady Catelyn hizo que Brienne juramentara como espada. Y la acompañó hasta donde se hallaba su hijo, jurándole que la protegería.
  
  En aquel momento se enteraron de la noticia de que tenían secuestradas a Sansa y Arya, por lo que Catelyn liberó a Jaime Lannister, el cual no reconoció a Gwendoline cuando la volvió a ver.
  
  -Tienes que llevarlo a Desembarco del Rey y cambiarlo por mis hijas, por favor, Brienne -pidió Lady Catelyn.
  
  -Está bien, mi señora -masculló Gwendoline, mientras tomaba a Jaime Lannister por la cuerda con la cual estaba atado.
  
  Habían avanzado un buen tramo cuando el rubio empezó a hablar.
  
  -Vamos... Un Lannister siempre paga sus deudas, libérame y te recompensarán muy bien -exclamó Jaime.
  
  -Mi deber es con Lady Catelyn -soltó con determinación, aunque su corazón aún latía por su antiguo enamoramiento por él.
  
  -Pero pídeme lo que quieras y te lo daré... ¿Quizá quieras tierras? O dinero, sólo hace falta que lo pidas y lo tendrás, no necesariamente ahora pero sí luego. Siempre hay algo que desear... -comentó con deje seductor.
  
  -Desearía que te calles, y me dejes en paz porque el camino será largo -soltó con mal humor Gwendoline.
  
  -Deberías sonreír más, no eres poco atractiva, pero te apuesto que con un vestido y un poco de color en tus mejillas te verías mucho mejor -molestó Jaime.
  
  Gwendoline resistió las ganas de rodar los ojos, ella era consciente de que era guapa, sólo que ahora eso no era su prioridad.
  
  Había tenido un tropiezo al empezar su vida libre, al cargar con la culpa de la muerte de Renly, donde pocas personas la veían inocente, y una de ellas era Lady Stark, por lo que no quería decepcionarla, aparte estaban en peligro sus hijas, unas niñas inocentes.
  
  Por lo que siente la determinación para terminar la orden de Lady Stark, para poder liberar a sus hijas, y entregar a Jaime. Gwendoline trataba de convencerse de que las cosas saldrían bien, aunque la historia era lúgubre, por lo que tenía algunas reservas, y hechos como la muerte de Renly también la hacían dudar, pero esperaba que al menos en este viaje todo terminara bien.
  
  Suspiró cuando vio cómo Jaime se había dormido junto a la fogata, apagó el fuego para no atraer a gente y se echó, amarrándose la cuerda con la que tenía a Jaime.
  
  Al día siguiente, Gwendoline se despertó con Jaime mirándola desde arriba, jalando la cuerda.
  
  -¿Qué sucede? -preguntó la guerrera, tallándose el ojo.
  
  -Necesito orinar, así que por favor levántate, y dame algo de privacidad -pidió Jaime.
  
  Gwendoline asintió y soltó la cuerda un momento, girándose para no verlo.
  
  Después de que escuchó con incomodidad el chorro, dio un tiempo prudencial para que se vistiera y se giró de nuevo, sorprendiéndose con el hecho de que no intentara huir.
  
  -Bueno, ya es hora de irnos -ordenó Gwendoline, levantándose para ayudar a Jaime a subirse al caballo, ella se situó detrás de él, tomando las riendas del animal.
  
  -Antes de andar punteándome podrías invitarme un café -molestó Jaime. Gwendoline bufó.
  
  -No estoy haciendo nada de índole sexual, simplemente estamos en el mismo caballo porque no nos dieron otro, sin contar que si tuvieras uno sería la excusa perfecta para que huyas -explicó Gwendoline.
  
  Era evidente que había una cercanía entre ambos, podía oler su cuello y sentir su cuerpo cerca al suyo, pero tenía la armadura puesta así que técnicamente no era ella quien lo rozaba.
  
  -Sería más fácil que me dejases ir, en vez de estar así -se quejó Jaime.
  
  -Necesito traer conmigo a las hijas de Lady Stark -respondió Gwendoline.
  
  -Pues, si quieres llegar conmigo hasta desembarco del Rey es mejor que me liberes ahora -ordenó Jaime.
  
  Gwendoline chasqueó la lengua. -No estás en condiciones para ordenar.
  
  -Hablo en serio, hay unos hombres que nos están viendo ahora mismo, y parecen bandidos, libérame para poder ayudarte -masculló Jaime, Gwendoline siguió la dirección de su mirada, viendo que en efecto, había un grupo de hombres.
  
  Sintió cómo su mandíbula se tensaba, ¿podría soltar a Jaime? ¿Pero y si huía? Aunque tampoco podría estar fijándose si se mantenía a su lado si esos bandidos los atacaban. Decidió bajarse el caballo, ayudándolo a bajar, y desatándolo. De pronto los hombres ya habían llegado hacia ellos.
  
  Miró de reojo a Jaime, esperando que simplemente huyera, pero no, sacó su espada y se puso en posición de ataque. De algún modo sintió que no estaba sola, y que realmente era un hombre de palabra.
  
  -Así que están solos... ¿Y qué veo aquí? ¿Una dama en armadura? -preguntó uno de los bandidos, que traía un tajo en el rostro, el cual lucía sucio.
  
  A los costados de quién le hablaba, habían dos hombres más, uno que se relamía los labios al ver a Gwendoline, traía el cabello largo y enredado, y el tercero sonreía de forma tétrica, con una navaja en mano.
  
  -No soy una dama -soltó Gwendoline, viendo cómo el del corte en el rostro se lanzaba a atacarla, pero ella fue más rápida y bloqueó su espada.
  
  Jaime iba a ayudarla, pero se dio cuenta que ella era muy capaz por sí sola, así que cuando vio que iban a atacarla por detrás, es que atacó al bandido, haciéndole un corte en la espalda, notó que se retorcía por el dolor y se giraba para contratacar.
  
  El tercero iba contra él, determinados a vencerlo primero, mientras que Gwendoline había atravesado al hombre con su espada, y botaba sangre por su boca, presionándose su estómago, donde había realizado el ataque, con la sangre saliendo a borbotones de la zona, cayó de rodillas, para luego llegar al suelo.
  
  Quien terminó por auxiliar a Jaime fue Gwendoline, decapitando a uno de los atacantes, el otro huyó despavorido, fijándose que no tenía oportunidad de ganar.
  
  -¿Te hicieron algo? -preguntó Jaime, acezado por el esfuerzo, quizá estaba un poco fuera de práctica por lo mismo que había sido capturado.
  
  -Quién debería preguntar eso sería yo, ya que te ves más afectado -respondió Gwendoline.
  
  Jaime bufó. -Si quieres podemos enfrentarnos el uno al otro para que determines mi capacidad como caballero -soltó determinado.
  
  -Tal vez después, ahora deberé amarrarte otra vez -avisó, sujetando la cuerda del piso.
  
  -¿No puedo tener ni siquiera una pizca de confianza para que no me amarres en esta ocasión? Mira que tuve la oportunidad de escaparme, y no lo hice, me quedé ayudándote de aquellos salvajes -comentó Jaime, intentando convencerla.
  
  -No, igualmente debo amarrarte. Lo que no pasa en un instante igual puede suceder -sentenció Gwendoline, amarrándolo y ayudándolo a subir de nuevo al caballo.
  
  -¿Y al menos conversaremos un poco en el camino? -cuestionó Jaime-. Digo, para al menos hacer ameno el ambiente.
  
  -¿De qué quieres hablar? -interrogó Gwendoline.
  
  -¿Qué edad tienes? Es curioso, pero cuando te veo, si bien luces joven, tienes la mirada endurecida, como si fueras mayor -farfulló Jaime, y Gwendoline analizó aquello, tenía parte de la verdad, le parecía interesante que pudiera haberla leído. Evidentemente él no sabía que había reencarnado en ese cuerpo, y tenía más edad de la biológica.
  
  -Tengo veinte años -respondió Gwendoline, esa era la edad de su cuerpo, pero en realidad tenía más de cuarenta años.
  
  -Quizá lo sepas, pero en caso de que no, te comento que tengo treinta y siete años. Siento que te he visto antes, no obstante, no logro recordar cuándo -exclamó Jaime.
  
  A la mente de Gwendoline vinieron las imágenes de cuando tenía once años, el cómo Jaime la había defendido, y cómo deseó que en lugar de bailar junto a Renly, estuviera con él, se sonrojó frente al pensamiento, agradecía que en la posición en que estaban, Jaime no podía verla.
  
  -Sí... Viniste al almuerzo de mi cumpleaños cuando tenía once años -contó Gwendoline.
  
  -Oh... Creo que sí, ¿habían unos muchachos molestándote, cierto? ¿Y ni aún así te compadeces de mí? Deberías plantearte tus lealtades -chanceó Jaime. Gwendoline rodó los ojos, por lo absurda de su broma.
  
  -¿Y ya estás feliz con esta conversión o quieres que te cuente mi vida? -cuestionó con fastidio Gwendoline.
  
  -Oh, vamos, no seas tan antipática. Si vamos a durar unas semanas hasta que lleguemos a Desembarco del rey, lo mejor es que conversemos un poco más -sentenció Jaime.
  
  -En realidad me sorprende que, siendo tan buen guerrero, decidas hablar conmigo, ¿no te pones a pensar que podría usar algo de lo que me dices en contra tuya? ¿No es mejor que el enemigo no sepa nada de ti? -preguntó Gwendoline.
  
  -No te considero mi enemiga, sólo estás haciendo tu trabajo, o bueno, cumpliendo con tu labor con Lady Catelyn. No creo que seas una persona que me vea como su enemigo tampoco, por la forma en que no demostraste piedad frente a los bandidos, me doy cuenta que si tuvieras una animadversión contra mí me matarías sin siquiera dudarlo, y no lo has hecho, por lo que tu enemigo no soy. Sólo no soy de tu agrado. Y, sobre el otro punto, la verdad es que es más útil tener a los enemigos cerca, saber sobre ellos, precisamente para poder atacarlos en sus puntos débiles, ¿no has oído la frase de ten a tus amigos cerca pero más cerca a tus enemigos? Pues está cargada de sabiduría. Igualmente no te he confiado mis secretos, al menos no aún -masculló Jaime, con un aire críptico, Gwendoline resistió las ganas de decirle: "Sé más de lo que crees", porque no había forma de que entendiera que existía una serie de su vida.
  
  -Bueno, tampoco te he confiado los míos -respondió Gwendoline.
  
  -Aún -musitó Jaime.
  
  Gwendoline rió. -¿En serio crees que me sacarás información así de fácil?
  
  -Puedo ser muy persuasivo cuando me lo propongo -farfulló Jaime.
  
  -Quisiera verte intentándolo -respondió Gwendoline divertida.
  
  -¿Por qué te molestaste cuando te llamaron dama? Porque técnicamente lo eres, eres Lady Brienne de Tarth -soltó Jaime.
  
  -Siento que si dicen que soy una dama, desmerecen todo lo que me he esforzado en mi carrera como guerrera -comentó Gwendoline.
  
  -Entiendo... Pero siento que va más allá, tal vez me equivoque, sin embargo, creo que en realidad no te gusta lo que implica que seas una dama, ¿quizá rechazas la idea de formar una familia y casarte? No te juzgaría, yo renuncié a esa vida cuando me uní a la Guardia Real. En realidad, estaba comprometido, pero se canceló todo cuando decidí unirme -narró Jaime.
  
  -Quizá la idea de un matrimonio arreglado tampoco es lo mío -estuvo de acuerdo Gwendoline, tampoco quería decirle que era más leal a la idea de casarse por amor, porque la haría ver demasiado cursi.
  
  -¿Y tener hijos no es algo que te hayas planteado? -cuestionó de cuenta nueva Jaime.
  
  -No es mi prioridad, para tener hijos uno debe casarse, tener a alguien, o al menos yo lo veo así. Criar sola a un hijo es algo que no me gustaría pasar -confesó Gwendoline.
  
  -¿Ves cómo si estás cooperando para contarme tu vida? ¿No es tan difícil confiar, verdad? -interrogó Jaime, casi podía oírlo sonreír.
  
  -No te estoy diciendo mucho -se defendió Gwendoline.
  
  -Sí bueno, tampoco es que yo te esté contando todo. Tengo muchas cosas en mi vida como para poder decirlas, algunas de las que me arrepiento, principalmente porque han lastimado a otros -musitó con deje un tanto melancólico, Gwendoline se preguntaba a qué se estaría refiriendo, porque según recordaba, Jaime había hecho daño a su cuñado al estar con su hermana, y hacer pasar a sus hijos como suyos, pero también a sus padres con su incesto... O quizá se refería a cuando intentó matar al hijo de los Stark.
  
  Sea cual fuese, entendía que se arrepintiera, pero no podía comentárselo.
  
  -A veces dejamos que otros dominen nuestra vida, guiando nuestras acciones, a veces lo hacemos por amor, o por no sentirnos capaz de tomar las riendas de nuestra vida -comentó Gwendoline, queriendo reconfortarle.
  
  -Sí, hice muchas cosas en nombre del amor -dijo Jaime.
  
  ¿Acaso él entendería que Cersei simplemente lo manipulaba? Desconocía si sería capaz de afrontar esa realidad, ver más allá del amor incondicional que le profesaba a su melliza, entender que dio mucho sin obtener lo mismo, que básicamente vivió por ella, renunciando a su compromiso, la oportunidad de tener su propia familia, para siempre estar a su disposición, cerca a ella siendo parte de la Guardia Real, justificando que la cercanía que tenían era propia por ser mellizos... Pero no, Jaime también era un adulto, así que tenía parte de la responsabilidad también.
  
  -¿Y piensas seguir actuando de esa forma en nombre del amor? -cuestionó Gwendoline. Vio cómo la miró de reojo.
  
  -No lo sé. A veces siento que no conozco más de la vida si no actúo de esa forma. Es muy complicado de explicar, si te lo digo tendría que matarte -chanceó Jaime, pero Gwendoline no rió, porque en realidad lo creía capaz de matar porque alguien supiese su secreto.
  
  -Hay muchas situaciones complicadas en las vidas de las personas, no siempre tienen sentido o lógica. Créeme que lo sé -masculló Gwendoline-. Y hay secretos que es mejor llevárselos a la tumba, porque, ¿el resto no lo entendería, verdad?
  
  -Pues tienes mucha razón, Brienne. En realidad, eres mucho más sabia de lo que aparentas, supongo que por eso tienes ese brillo en la mirada. Pensar de ese modo a tus cortos veinte años dice mucho de ti -halagó Jaime.
  
  -Tenemos que parar pronto, hay una posada cerca, ya que tenemos que alimentarnos -comentó Gwendoline, cambiando de tema, no se sentía cómoda con los halagos.
  
  -Oh, vaya, tendré hospedaje también, es un muy buen cambio, teniendo en cuenta cómo me tenían antes -farfulló Jaime.
  
  -Sólo iremos a comer, pasaremos la noche en el bosque -soltó Gwendoline.
  
  -Bueno, tenía que intentarlo -comentó jocoso Jaime, para luego sonreír.
  
  Gwendoline no entendía de dónde salía su buen ánimo, si ella estuviera en su posición, siendo un prisionero se sentiría miserable, y buscaría la forma de escapar, pero Jaime no, mostraba una buena predisposición, y hasta le hacía bromas. Era muy extraño, no que se quejara realmente, pero tampoco se confiaba demasiado, no vaya a ser que sólo sea un teatro para finalmente atacarla y huir.
   Esta aventura recién estaba comenzando, así que ella aún no sabía que le deparaba el destino, literalmente no lo sabía porque no había terminado de ver la serie, sólo esperaba no morir en el camino.
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